Dicen que cuando eres Erasmus, lo eres de por vida. Que el espíritu viajero te invade, que fue el mejor año de tu vida. Que te casarás con tu novia erasmus, que volverás a tu ciudad y que lo pasarás muy muy mal recordando todos los pequeños momentos que conformaron ese año. Espero que este blog te sirva de alguna ayuda. Mi erasmus fue ASÍ

domingo, 1 de septiembre de 2013

La calle es nuestra

Basta con viajar un poco para descubrir diferencias culturales. España es conocida en el mundo entero, y esto es nuevo, por el botellón. Sí, el hecho de que la gente quede en la calle para beber hasta reventar, para beber sin pagar la diferencia que se llevan los establecimientos, en grupos numerosos, decenas, cientos, miles de personas en la calle a pesar del frío, a pesar del calor. Tampoco es algo tan extraño. La gente también bebe en la calle en otras partes, en algunas regiones de Francia o Italia, también en Lisboa, el Bairro Alto de Lisboa lleno de gente por la noche.
            En otras partes, como en Reino Unido, si bien no está permitido eso de reunirse a beber en la calle, las consecuencias repercuten en la vía pública. Con esto de que los locales cierran tan temprano, la costumbre es beber sin ton ni son antes de que echen al personal a la calle, de modo que no es extraño salir a las doce o una y encontrarlo todo lleno de gente borrachísima. El escándalo es enorme; la decencia, mínima. La diversión, como no podía ser de otro modo, desatada.
            Pero la calle no sólo tiene por qué suponer alcohol y farra. La calle supone una fuente de anécdotas y souvenirs para cualquier estudiante que se precie. Y es que los estudiantes, último eslabón de la cadena económica, tienen que sobrevivir a fuerza de ingenio y sabérselas todas para conseguir una vida idónea. Recuerdo una noche, cuando volvíamos de fiesta, las tres o cuatro de la mañana, Swansea, Gales, un frío del carajo, frente a una casa, en la calle, un sillón de piel. El más avispado no tardó en enamorarse de él y tomamos la decisión de cargarlo en brazos hasta casa, y eso hicimos. Lo cargamos por la calle como si fuéramos en procesión, cantando, gritando y riendo. El sillón estuvo ahí todo el curso, pero es que además al poco encontramos un sofá que también nos llevamos.
            Por no hablar de carros de supermercado. Todo piso y casa de estudiantes que se precie ha de tener un carrito de supermercado de uno de esos días en los que el presupuesto está demasiado apretado como para viajar en taxi y la compra es ingente. De modo que nada, a arrastrar el carro por media ciudad, y al final aparcarlo en el jardín trasero o en medio del salón como una decoración de lo más original. Además, siempre se le puede encontrar utilidad. Los últimos días, por ejemplo, se puede meter ahí la comida restante, la ropa y cosas que no te vas a llevar a tu país, y hacer un tour de despedida por las casas de todos tus amigos: para hacer más llevadero el adiós, dejarles un kilo de arroz y una botella de vino o un canasto para la ropa sucia puede ser aliviante.
            Pero si la calle es importante para algo, es para conocer gente. Hay que saludar a los vecinos, invitarles a las fiestas en casa, preguntar qué tal el día... Si tienes suerte de vivir en un país donde el clima permita pasar mucho tiempo en la calle, cuentas con una oportunidad única para conocer a tropocientas personas. Grupos de jóvenes que pasan de madrugada con ganas de diversión, los misteriosos vecinos al otro lado de la calle, compatriotas a los que reconoces por la lengua, etcétera. Anímate a abordarlos, aprovecha ocasiones especiales como carnavales, Halloween, Fiesta de la Primavera, celebraciones con fuegos artificiales, celebraciones de calles y barrios... Si te involucras en la vida de tu barrio y ciudad, conseguirás lo excepcional: conocer nativos con quienes mejorar el idioma de forma espectacular y con quienes mantener la amistad cuando tengas que volver a casa. Así, siempre tendrás casa en tu ciudad Erasmus, aunque eso a estas alturas no lo dudamos, ¿cierto?
            ¿Cómo darle vida a la calle? ¿Cómo hacer la calle nuestra? Hay países donde la gente, de correcta, es sosísima. Decora un poco tu fachada, dibuja caras sonrientes en tu ventana, algo que la distinga del resto, pon musiquita sin molestar, pero que se note. La música da alegría. Si tocas algún instrumento, anímate a hacer un poco de música callejera, pero no te limites al centro de la ciudad con los otros buskers, sino a tu barrio. Toca frente a casa, llama a tus amigos erasmus e improvidad un conciertito que anime el cotarro. Todo esto, si se hace desde el respeto y teniendo en cuenta a los vecinos, puede ser un gran punto a vuestro favor. Quién sabe, puede hasta que ganes algún dinerillo si pones una gorra. Desde luego, conocerás gente. Haz una barbacoa con más gente y ofrece hamburguesas y perritos a los curiosos de la calle. Así, si en principio se sienten molestos, descubrirán que hay buena voluntad tras el gesto y transigirán. Os haréis amigos.

¡Viva la calle!

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