Noviembre. Martes noche.
Koldo
abre el armario y busca ropa limpia. Bueno, le valdrá ropa no muy sucia. Huele
una camisa arrugada y le da el aprobado, se la pone y oye un aviso en Facebook.
Un mensaje de Marina: "Ey, ¿qué tal todo? Algunas noches me acuerdo de
Oxford y de vosotros y hasta me da pena estar en casa. Besos a Alex y Dafne!!!
Ya veo las fotos de las fiestas, locos! ;)". Koldo no responde; no tiene
interés en mantener relación con Marina. No es mala chica ni nada, pero no le
gustan las personas que se vienen abajo. Eso le pasó a Marina, que a las dos
semanas de llegar empezó a obsesionarse con que no le gustaba, no entendía
nada, echaba de menos su casa y a su familia. Una semana después, tuvo una
crisis de ansiedad. Ni siquiera esperó a que comenzara el curso: se vino abajo.
Por suerte, Dafne decidió quedarse con su habitación y no tuvieron problemas
con el casero. Desde entonces, Alex, Stefan, Dafne y Koldo son una familia en
la que siempre hay agregados: el novio de Alex, amigos de Stefan venidos de
Alemania, los otros españoles Erasmus de Oxford...
Esta
noche toca fiesta italiana. Al parecer, consiste en vestir con mucho estilo,
beber mucho Lambrusco y terminar a las seis de la mañana en casa de alguien
comiendo espaguetis. También habrá pizza con el Lambrusco; no pinta mal. Koldo
se mira al espejo y se dice que no parece italiano, aunque los españoles e
italianos comparten un aire que los hace inconfundibles. Se engomina un poco el
pelo, se pone las gafas de sol y sale al salón, donde hay cerca de veinte
personas. Dafne se acerca, lo besa y le dice:
-Estás
hecho un chulo putas, ma tú sei molto bello.
-No
tienes ni puta idea de italiano -dice él.
-Nevermind. I'm way better than you
at English.
La
abraza por la cintura y anuncian que ya se pueden ir. Salen al frío de la noche
y van entrando en los taxis de seis en seis. Al final, les basta con tres.
Llegan
de los primeros. De momento, sólo hay italianas cocinando como locas e
italianos bebiendo como si no hubiera mañana. A Koldo le parece que a veces los
clichés son clichés porque las personas los abrazan sin reparo. Naturalmente,
la gente llega muy tarde, pero no importa. La fiesta comienza cuando alguien
llega y empieza a hablar con otra persona. Encuentra muchos rostros nuevos, se
desenvuelve por la casa de Lorenzo y Silvia como si fuera suya, y es que todas
las casas de Oxford y de toda Inglaterra y todo Reino Unido parecen cortadas
con el mismo patrón. Toda la fiesta transcurre sin incidentes, gente sentada en
todas partes: sofás, suelo, cocina, escaleras, rellano, ventanas, todos
comiendo y bebiendo salvo los que se aventuran en la sala de baile, un dormitorio
reconvertido en discoteca por una noche. La música es horrible, pero a nadie le
importa. Sólo quieren Shakiras, techno, reggeaton y algún clásico. A mitad de
la fiesta, un chaval al que Koldo no pone nombre se le acerca. Viene bastante
pedo; Koldo está seguro de que no entenderá su inglés, porque además, por si no
tuviera suficiente, es nativo.
-Koldo,
my name's Koldo.
El
chaval sigue llamándolo Carlos durante toda la conversación, pero a él le da
igual. Ya tiene el punto cómodo, podría llamarle Carmen y no le importaría. Se
le ha acercado para preguntarle por una asignatura que comparten, ya que tienen
que entregar un trabajo y está más perdido que él. Cuando acaba, se le acerca
Ruth para preguntarle por ese chico. Ruth, que estudia lo mismo que él, es la
mejor amiga de Koldo en su Erasmus, después, está claro, de Dafne, aunque son
casos distintos.
-¿Qué
quería ése? ¡Preséntamelo!
-Anda
ya, si es un plasta. Viene el tío a preguntarme por el trabajo de Micro.
-Hostia,
mañana hay clase, ¿no?
-Sí,
y tengo que ir. Mi coordinador ya me ha dado dos avisos, dice que al tercero no
deja que me presente en enero al examen.
-Hijo
de puta...
-Bah,
ya veré mañana. Me la suda, la verdad.
Dafne no tarda
en venir a decirle a Koldo que se va, que al día siguiente trabaja. Aunque le
gustaría quedarse hasta los espaguetis, sabe que la decisión correcta es
acompañarla. Así, sabrá que le importa, y es la excusa idónea para irse a
dormir y no perder la clase de Micro.
Se despiden de
los más allegados, dan explicaciones y se deslizan por la puerta principal a la
calle. Deciden volver andando, se matan a besos, paran en cada esquina, no
sienten el frío. Esos recorridos nocturnos serán el mejor testimonio de su amor
por años.
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