Dicen que cuando eres Erasmus, lo eres de por vida. Que el espíritu viajero te invade, que fue el mejor año de tu vida. Que te casarás con tu novia erasmus, que volverás a tu ciudad y que lo pasarás muy muy mal recordando todos los pequeños momentos que conformaron ese año. Espero que este blog te sirva de alguna ayuda. Mi erasmus fue ASÍ

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Koldo: una erasmus IV

Cuando Dafne llama a la puerta, Koldo está a punto de responder que está dormido, o de no responder. No le apetece enzarzarse en otra discusión. Luego recapacita; después de todo, a ella le queda poco para irse a trabajar, de modo que se pone una camisa y abre la puerta con desgana.
            -Buenas...
            Ella pasa sin dirigirle la palabra, se sienta en la cama y espera a que él cierre la puerta. Entonces, lo dice:
            -Me quedo aquí en Navidad. Me pagan dobles los turnos y no puedo pagarme el billete a Tenerife.
            -¿Quieres dinero? Yo estoy peor que tú, ya lo sabes.
            -Joder, Koldo, a veces creo que lo haces a posta.
            -¿Y ahora qué he hecho mal? Joder, contigo uno nunca sabe...
            -Pues nada, si no sabes, mejor me voy a currar y te lo piensas un poco, guapo.
            Dafne se levanta como un ciclón, atraviesa la habitación y se pierde tras un portazo. Koldo se queda petrificado en la habitación. Mientras tanto, Alex se entrega a una nueva tanda de sexo con su novio que retumba en toda la casa.



A partir del 15 de diciembre, la gente empieza a abandonar Oxford. La ciudad está preciosa: la iluminación, los villancicos, el ambiente, los conciertos... Hay pequeños mercados callejeros donde probar productos típicos y comprar recuerdos para la familia y amigos. Koldo y sus amigos aprovechan un fin de semana para hacer una escapada a Londres, la capital, para respirar la magia de la gran ciudad volcada en el manido espíritu navideño.
            A menudo hay fiestas de despedida para los Erasmus y otros internacionales que se van a sus casas, como la "fiesta oficial" donde quedaron juntos para comerse las uvas, besarse bajo el muérdago, cantar villancicos en diez idiomas y repartir regalos navideños, que Papá Noel siempre llega antes a los destinos Erasmus.
            Se van todos, primero los asiáticos que deciden no quedarse -son muchos porque el viaje es costoso y prefieren vivir la experiencia en su destino Erasmus para aprovechar más la oportunidad que tienen-, más adelante los americanos y poco a poco los europeos, cada uno a una punta del continente. Las casas se quedan vacías durante unas semanas, las noches más muertas, sólo quedan británicos en los barrios que también irán a casa en los días especiales. Así es prácticamente en todo Oxford salvo en una casa. En una casa, en una cama, Dafne y Koldo desafían al frío y a la nostalgia, a las tripas y al corazón. Juntos, son leyenda.
            Un día, Koldo lo vio claro. Si de veras estaba tan enamorado, si con Dafne había logrado olvidar a Elisa, no cabía duda. No la iba a dejar tan sola en ese invierno inglés, lejos de todo lo que conocía, porque desde el día en que se conocieron en el aeropuerto se convirtieron en patria de cada uno. Dafne lloró mucho cuando Koldo le contó sus planes de quedarse junto a ella por amor, no por desconfianza o miedo, sólo por necesidad. Sería terrible no poder volver a Irún con la familia esa navidad como hacía todos los años, como era tradición desde niño, pero valdría la pena amanecer juntos, reescribir el mundo y la ciudad a su antojo.
            Desde entonces, todas las mañanas desayunaban a lo grande: tortitas, crêpes, tostadas con mermelada casera y mantequilla galesa, callejeaban cuando ella no trabajaba juntos de la mano, visitaban exposiciones, museos, conciertos, locales donde por Navidad regalaban cosas. Los días libres, viajaban a los alrededores y hacían excursiones. Los paisajes salvajes de la campiña inglesa eran hermosos por lo distintos de España.
            Cuando hablaban con sus familias, daba la sensación de que dentro de casa lloviera más que fuera, porque cuando no eran reproches, eran llantos, cuando no gritos, deseos y promesas. Les llegaron decenas de postales y felicitaciones navideñas, tan solos los imaginaban sus amigos Erasmus, sus amigos españoles, sus familias, y paquetes con jamón y embutido y turrón de chocolate y una caja de mantecados. Juntos, en fin, sobrevivieron. Cenaron en restaurantes de postín los días grandes, viajaron por toda Inglaterra y brindaron con champán francés y sidra inglesa, compartieron momentos familiares a través de Skype, a veces se aburrieron cuando no había nadie a quien acudir, pero no lo lamentaron.
            Sólo eran dos, pero sobraba el mundo.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Los días raros

Regrets collect like old friends
Here to relive your darkest moments
I can see no way, I can see no way
And all of the ghouls come out to play
And every demon wants his pound of flesh
But I like to keep some things to myself
I like to keep my issues drawn
It's always darkest before the dawn

Florence and The Machine


No todo iba a ser divertido, ¿verdad? No todo iba a ser jiji, jaja. No todos los días iban a brillar con la misma luz, no todos los amigos se quedarían, no todas las promesas habrían de persistir.
            Digamos que un día, por ejemplo, te despiertas y al poco te llaman por teléfono para decirte que ha muerto alguien querido, un familiar, digamos que tu tío. Sientes que no es tu destino Erasmus el lugar donde deberías estar, que tal vez tu familia agradecería que estuvieras con ellos. No puedes hacer nada salvo pensar en los momentos con esa persona, en lo que le dirías, en lo que no, en lo que habéis vivido juntos. Piensas en tu familia, tratas de superar la pérdida a miles de kilómetros de distancia, a horas de vuelo, a mucho dinero que os separa. Te encierras en tu habitación, no dices nada. Te preguntan si te vienes a esta fiesta esta noche y dices que irás más tarde, porque ese día y no otro tienes la conversación más importante de tu erasmus.
            Hace dos días te llegó la carta de la chica a la que quieres llena de dudas, de preguntas, de confesiones incómodas. De incertidumbre. Qué mal, joder, si pudiera estar en casa, si estuviera en España, si fuera impulsivo y viajara de cualquier modo, sin planteármelo sin más, comprando el billete y presentándome ahí. Pero ese día sólo quieres llorar, y pones el Skype y tampoco dices que se ha muerto tu tío, porque sólo importáis tú y ella. Y habláis, y dices mil frases que con el tiempo olerán bajo la piel como el hueso podrido en la tierra. Dices ojalá, y dices eres tú, y dices soy yo, y somos, y tequiero, por qué no decirlo, y dices confío en ti, y dices ya queda menos, y seamos fuertes. No sabes si las palabras llegan con fuerza a través de Internet, ese fantasma tecnológico que se ha convertido en tu más fiel aliado, porque las palabras no salen con fuerza de tu boca por culpa del nudo de alambre en que se ha convertido tu esófago, y hablas y habláis, y escuchas y el ruido es sordo.
            Al fin, cuando sales a la calle, cuando te excusas porque tienes que salir, coges la cazadora y caminas solo por la calle. Caminas solo. Llueve, y das gracias a que Gales sea lluviosa, porque de otro modo las lágrimas serían demasiado evidentes, porque el agua barre tu cara, porque para cuando llegues a la fiesta, se habrá pasado la congestión. Puede que bebas sin más, trates de olvidar, sonrías, bailes detrás de una cerveza, hagas fotos, trates de que los demás se diviertan, porque sería egoísta pretender arrastrar a los demás contigo, a tu drama. Te acabas la cerveza, te haces a un lado y piensas, y sientes que estás solo. Habrá cincuenta, sesenta personas a tu alrededor, pero es como si estuvieras solo. Joder, qué mal, piensas. Joder, qué mal, bebes.
            A las cinco, seis, te recoges y nada más llegar abres el portátil en la cama. No hay rastro de nadie, ni un email, ni una conversación a deshoras. Tu nuevo mejor amigo se conecta en su cama a dos calles de ti. Le hablas por el chat de Facebook: "Hoy se ha muerto mi tío", escribes. Te sientes agradecido. Después de todo, no estás tan solo. Duermes.


Como ese día, puede que haya muchos. Días en los que, a pesar de la gente, sólo te apetezca estar solo, en los que te hartes del frío, del idioma, de no estar en casa.
            Esos días te escudarás tras la ventana a escuchar música triste, canción de autor y rock melancólico. Algunos días optarás por no salir de casa, quedarte metido en la cama lejos del ruido de la gente y del ritmo del mundo. Tal vez te llegue una carta importante, una de esas escritas a mano donde las cosas hieren más que afirman. No desistas, la vida no era fácil. Lo estás aprendiendo. Habrá cientos de días en tu vida en los que te cansarás de estar en ti, de ser lo que eres, de hacer lo que has decidido.
            Pero esos serán los menos. Es, como digo, un día en toda una estancia el que queda grabado. Más abajo, entre las tripas y el corazón, estarán los nombres de tus amigos, los viajes, las anécdotas. Amarás tanto haber estado triste para valorar la felicidad...

viernes, 13 de septiembre de 2013

Entre fogones: pasta

Conozco dos maneras de cocinar pasta especialmente efectivas y deliciosas:

1) Pasta a la marinera

Los ingredientes son:

-Pasta: espaguetis, tallarines, espirales, nidos...
-Gambas peladas
-Almejas
-Vino blanco
-Pimentón (opcional)
-Perejil
-Ajo (un par de dientes)

Tan sencillo como cocer la pasta y ponerla a escurrir. Se hace un sofrito sencillo con el ajo picadito y el pescado, esto es, gambas y almejas (o gulas, por ejemplo), se rehoga en aceite de oliva y se añade el vino blanco de cartón, del de cocina de toda la vida. Eso es el acompañamiento, y se le puede añadir un poco de pimentón  para darle color y la sal, para el sabor. Se pica un poco de perejil y se le añade. Por último, se le pone la pasta y se deja en el fuego para que los sabores se mezclen de manera uniforme. Se puede acompañar con una copa de vino blanco.



2) Pasta con setas

Consiste precisamente en eso: pasta con setas, y la receta es más sencilla aún.
Los ingredientes, para empezar, son:

-Pasta, a poder ser nidos, tallarines o espaguetis
-Setas, bastantes y frescas, sin veneno ni tierra ni tonterías
-Ajo
-Nata
-Perejil fresco

Se lavan las setas con agua corriente y se trocean con un cuchillo en trozos de dos o tres centímetros. Cocemos la pasta. Picamos el diente de ajo y lo ponemos en la sartén con aceite caliente. Antes de que se dore, se añaden las setas y se rehoga todo. Añadimos nata, que cubra bien las setas. Salpimentamos, y añadimos el perejil. Dejamos que cueza un poco, haga chup chup. Probamos la salsa. Si está rica, le añadimos la pasta y ya está lista para servir. Deliciosa, receta robada de unos italianos de Florencia con quienes viví hace unos años en Granada.



lunes, 9 de septiembre de 2013

El día a día

La otra noche estuvo bien. Estuvo bien por los planes, pero sobre todo por la gente. No sé si es que soy amigable o si en el extranjero es más fácil hacer amigos, pero aquí voy recolectando poco a poco. ¿Es difícil para vosotros determinar cuándo os hicisteis amigos de alguna persona? Recuerdo que, por ejemplo, quise o sabía que quería hacerme amigo de Juanpe tras una noche en la que nos quedamos en el piso "viendo" Lost in translation, aunque a la pobre de la Johansson no le hicimos ni caso y estuvimos hablando hasta las tantas. Como éste tengo otros casos que se me quedaron grabados a fuerza de rodearme de gente así.

La otra noche fuimos a cenar a casa de unos amigos, David e Iñaki, que hacían tortilla española y ya se echa de menos (yo hacía que no la probaba... buffff). La tortilla estaba en su punto, todo hay que decirlo. Después, para redondear la noche habíamos quedado en ir a un pub que se llama Uplands Tavern o algo por el estilo. Se trata de un sitio donde músicos y algunas bandas tocan en directo mientras tú te sientas en plan tranqui con tu cerveza o dosis de cafeína en la mano. De hecho, fuimos porque un chico sevillano toca ahí de vez en cuando con su guitarra y, puesto que aquí somos bastantes españoles, nos plantamos a las 9.30 acompañados por varias Erasmus francesas. Pues bien, tras la actuación de Salvi, que nos dejó por ejemplo algo de Manu Chao, estuvi(mos)eron echándose un billar del que pude ser testigo más tarde gracias a las facilidades que aporta la cámara integrada de mi móvil en el video.

Después, como viene siendo habitual, acabamos en casa (la nuestra es la mejor, muajajaja) para ver Ratatouille, que... por cierto, se nos hizo bastante pesada. Si es lo que digo, desde que nos pegamos estas sesiones de cine nos estamos volviendo de un tiquismiquis... Hoy se supone que íbamos a salir, pero por lo general estábamos bastante cansados y mañana hay otra fiesta en otra casa.

Ya para acabar, a ver si paso pronto las fotos que he echado hoy en la primera salida de la Photography Society. Me han dejado una pedazo de cámara reflex digital que es lo mejor que he tenido entre mis manos.


Halloween

Ha pasado casi una semana, de acuerdo, pero es que estoy pendiente de tantas cosas que se me olvida lo importante. Puesto que prometí crónica y no tengo ganas de contar, os dejo una minicrónica. Los disfraces fueron bastante improvisados o, como mucho, a una libra de coste máximo. Total, que allí que fuimos todos a casa de Sheila, aunque esa noche hubo (de la gente que nos solemos reunir) tres fiestas distintas. Si aquí estuvo la cosa bastante repleta, imaginad si todos hubiéramos ido al mismo sitio. Bebimos, bebimos y volvimos a beber en la prefiesta, de modo que algunos salieron de la casa con un pedo considerable. Por la calle nos fuimos encontrando a mucha gente que, al igual que nosotros, iba disfrazada, de modo que el tema de conversación surgía pronto. Había un chaval de la Drama Society que llevaba un traje azul con estrellas y gafas grandes coloridas, y decía que había salido de su casa como Harry Potter, pero que como perdió el sombrero, ahora era Elton John xD
Luego fuimos a un pub donde acabar la noche y nos reunimos bastantes más de los que estábamos al principio, aunque fue en plan perro (al menos por mi parte) y nos tiramos media noche tirados en un sofá. Pensaba que ese día era el fallo del jurado, pero lo pasé tan bien que lo olvidé completamente (I swear). Iñaki grabó unos videos, uno detrás de otro porque se acabó la batería, durante la fiesta en casa de Sheila. Realmente valen la pena. Un trozo de Halloween no británico, pero bastante Erasmus, desde Swansea al resto del mundo.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Planning

Cuando conozcas a la gente, comienza a organizar cosas. Si tienes iniciativa, pronto se quedarán con tu nombre y tu cara. Esto, a la larga, es muy útil. Ya sabéis, eso de tener amigos hasta en el infierno... porque hay que aprovechar el tiempo y hacer excursiones, salir a cenar, organizar fiestas en casa, ir al cine o a un concierto. Descubrirás que Europa es un pequeño gran país en el que todos compartimos aficiones y tenemos mucho en común. Por eso es fácil dejar al margen el gueto español y tratar de mezclarse, al menos, con el resto de estudiantes europeos e internacionales. Si eres tú quien organiza todas estas actividades, ganarás puntos en la escala social y disfrutarás mucho más la experiencia de vivir en otra ciudad de otro país. No todos los días es factible hacer una fiesta, por mucho que haya quien aguante el ritmo. El plan tranquilo de pizza y peli suele tener mucho éxito y poder de convocatoria.
            Por su parte, los festivos y fines de semana son ideales para viajar. Basta con alquilar un coche y planear una excursión. Para eso está Internet o los amigos que ya han viajado por la zona para aconsejaros. No hay mejor guía de viaje que el mail desinteresado de un amigo que conoce un lugar. Te evitará chorradas turísticas, te descubrirá los lugares auténticos y te ahorrará dolores de cabeza. Esos viajes sirven, sobre todo, para fomentar la camaradería y amistad entre polos opuestos: encerrar a dos amigos que no empastan demasiado bien en un mismo coche puede suponer todo un experimento la mar de gratificante. Yo recuerdo en especial un viaje por el sur de Inglaterra que duró varios días, que no terminó nunca, que aún sigue si quiero.
Recuerdo ese viaje con cariño especial. Recuerdo todo. Que ese día madrugamos para reunirnos todos en la calle de al lado, en casa de Iñaki y David; que habíamos alquilado dos coches; que yo había grabado tres CDs con música variada.
            El plan era recorrer todo el sur en tres, cuatro días, un día en cada ciudad, cada noche en un albergue distinto. De entrada, la sensación era extraña. Los británicos conducen al revés, y eso se nota. Tratábamos de ir los dos coches seguidos, hubo algún pequeño problema con la conducción, nada serio. Hablábamos todo el tiempo, repostábamos, poníamos música y cantábamos: Shakira, Jarabe de Palo, Tulsa... cómo hemos cambiado desde entonces. Tengo vídeos de las carreteras, el puente de Gales, más carreteras, el verde, el verde, el verde, somos invencibles. Detenernos en otro pueblo a visitarlo y conocer otro lugar, parar a comer unos sándwiches, cocinar algo sencillo en el albergue, sentirnos familia sin bendecir la mesa. Que si un alemán, que si una italiana, que si que si... que sí. Visitar lugares históricos como Bath, donde Jane Austen, como Oxford, donde Lewis Carroll, como Stonehenge, donde la magia. Y siempre la misma música, las mismas fotos, los mismos vídeos, el sueño que pesa. Viajábamos con mapa, no con un moderno GPS, y no nos perdimos. Visitamos castillos y torres, iglesias y ruinas romanas. Comimos bien, bebimos bien, vimos películas. Fue en Oxford donde vi por primera vez Casi famosos, y aún me acuerdo de todo al dedillo.
            Fue uno de esos viajes que cambian las cosas. Sabíamos ya que éramos importantes, pero aprendimos que éramos una familia.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Koldo: una Erasmus III


Noviembre. Martes noche.
            Koldo abre el armario y busca ropa limpia. Bueno, le valdrá ropa no muy sucia. Huele una camisa arrugada y le da el aprobado, se la pone y oye un aviso en Facebook. Un mensaje de Marina: "Ey, ¿qué tal todo? Algunas noches me acuerdo de Oxford y de vosotros y hasta me da pena estar en casa. Besos a Alex y Dafne!!! Ya veo las fotos de las fiestas, locos! ;)". Koldo no responde; no tiene interés en mantener relación con Marina. No es mala chica ni nada, pero no le gustan las personas que se vienen abajo. Eso le pasó a Marina, que a las dos semanas de llegar empezó a obsesionarse con que no le gustaba, no entendía nada, echaba de menos su casa y a su familia. Una semana después, tuvo una crisis de ansiedad. Ni siquiera esperó a que comenzara el curso: se vino abajo. Por suerte, Dafne decidió quedarse con su habitación y no tuvieron problemas con el casero. Desde entonces, Alex, Stefan, Dafne y Koldo son una familia en la que siempre hay agregados: el novio de Alex, amigos de Stefan venidos de Alemania, los otros españoles Erasmus de Oxford...
            Esta noche toca fiesta italiana. Al parecer, consiste en vestir con mucho estilo, beber mucho Lambrusco y terminar a las seis de la mañana en casa de alguien comiendo espaguetis. También habrá pizza con el Lambrusco; no pinta mal. Koldo se mira al espejo y se dice que no parece italiano, aunque los españoles e italianos comparten un aire que los hace inconfundibles. Se engomina un poco el pelo, se pone las gafas de sol y sale al salón, donde hay cerca de veinte personas. Dafne se acerca, lo besa y le dice:
            -Estás hecho un chulo putas, ma tú sei molto bello.
            -No tienes ni puta idea de italiano -dice él.
            -Nevermind. I'm way better than you at English.
            La abraza por la cintura y anuncian que ya se pueden ir. Salen al frío de la noche y van entrando en los taxis de seis en seis. Al final, les basta con tres.
            Llegan de los primeros. De momento, sólo hay italianas cocinando como locas e italianos bebiendo como si no hubiera mañana. A Koldo le parece que a veces los clichés son clichés porque las personas los abrazan sin reparo. Naturalmente, la gente llega muy tarde, pero no importa. La fiesta comienza cuando alguien llega y empieza a hablar con otra persona. Encuentra muchos rostros nuevos, se desenvuelve por la casa de Lorenzo y Silvia como si fuera suya, y es que todas las casas de Oxford y de toda Inglaterra y todo Reino Unido parecen cortadas con el mismo patrón. Toda la fiesta transcurre sin incidentes, gente sentada en todas partes: sofás, suelo, cocina, escaleras, rellano, ventanas, todos comiendo y bebiendo salvo los que se aventuran en la sala de baile, un dormitorio reconvertido en discoteca por una noche. La música es horrible, pero a nadie le importa. Sólo quieren Shakiras, techno, reggeaton y algún clásico. A mitad de la fiesta, un chaval al que Koldo no pone nombre se le acerca. Viene bastante pedo; Koldo está seguro de que no entenderá su inglés, porque además, por si no tuviera suficiente, es nativo.
            -Hey, Carlos!
            -Koldo, my name's Koldo.
            El chaval sigue llamándolo Carlos durante toda la conversación, pero a él le da igual. Ya tiene el punto cómodo, podría llamarle Carmen y no le importaría. Se le ha acercado para preguntarle por una asignatura que comparten, ya que tienen que entregar un trabajo y está más perdido que él. Cuando acaba, se le acerca Ruth para preguntarle por ese chico. Ruth, que estudia lo mismo que él, es la mejor amiga de Koldo en su Erasmus, después, está claro, de Dafne, aunque son casos distintos.
            -¿Qué quería ése? ¡Preséntamelo!
            -Anda ya, si es un plasta. Viene el tío a preguntarme por el trabajo de Micro.
            -Hostia, mañana hay clase, ¿no?
            -Sí, y tengo que ir. Mi coordinador ya me ha dado dos avisos, dice que al tercero no deja que me presente en enero al examen.
            -Hijo de puta...
            -Bah, ya veré mañana. Me la suda, la verdad.
Dafne no tarda en venir a decirle a Koldo que se va, que al día siguiente trabaja. Aunque le gustaría quedarse hasta los espaguetis, sabe que la decisión correcta es acompañarla. Así, sabrá que le importa, y es la excusa idónea para irse a dormir y no perder la clase de Micro.

Se despiden de los más allegados, dan explicaciones y se deslizan por la puerta principal a la calle. Deciden volver andando, se matan a besos, paran en cada esquina, no sienten el frío. Esos recorridos nocturnos serán el mejor testimonio de su amor por años.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

La noche más extraña de mi vida

No sé si lo fue o no, pero una de la más extrañas, sin duda; más extraña que la noche del perro en la escalera... Como bien sabéis, ayer era la Porno-Party en Swansea dentro del marco de la semana de los novatos que plantea la universidad. Quedamos un grupo de españoles para comprar las entradas, ya que iba a ir todo el mundo, y después hacer botellón en cualquier parte para ahorrarnos las consumiciones posteriores en la discoteca. La cuestión es que bajamos donde la fiesta porno, fácilmente identificable gracias a las tías en lencería fina colección Putón 2007 y a los tíos en gayumbos y todo tipo de artimañas para parecer chulos pornostar. Las entradas estaban agotadas. No me extrañó demasiado, pero sí que llevaran 2 horas agotadas. En cualquier caso, nosotros no nos amilanamos y tiramos pa una plaza que hay en el centro de la ciudad con un castillo semiderruido y una fuente en forma de pequeña catarata escalonada. Allí hicimos botellón y nos juntamos cerca de 20 personas entre españoles y algunos erasmus italianos y franceses.

En Swansea hace mucho frío, pero que mucho frío. Nosotros, que con la duda de si nos dejarían entrar en la porno party no nos abrigamos convenientemente, lo sufrimos en nuestras propias carnes. Vale que se está genial hablando de guay con la gente en la calle, pero según a qué temperaturas… así que al final decidimos ir a un pub de cuyo nombre no quiero acordarme (mi mala memoria). El gorila era un tío de Canarias que vende móviles en una tienda, aquí en Swansea, de modo que nos conocía y, si tenía que poner alguna pega, no la puso y entramos todos. El sitio estaba genial, con un montón de sillas y barras donde sentarte, mesas apartadas de la zona de baile, y aparte contaba con otra sala donde ponían otra música. Estaba todo lleno de gente medio disfrazada para una porno-party a la que no habían podido asistir. La música… conociéndome, lo cierto es que bah, siempre lo mismo. Total, que llegó la 1 y pico de la mañana, que aquí es considerablemente tarde (cierran los locales a las 3), así que decidimos irnos unos cuantos. Raquel (compañera de casa), Iñaki (otro Erasmus en Swansea) y yo nos fuimos juntos. Ahora empieza lo bueno…
Pasamos por muchas casas, pero resulta que una de ellas tenía en el jardín varios muebles, entre ellos un sofá sin sus cojines. Iñaki se mete en el jardín y le da por comprobar el estado del sofá. Parece que le gusta lo que ve. Le gusta tanto que propone llevárselo a su piso para colocarlo en el dormitorio, y he aquí que yo lo ayudo. Durante el trayecto, que no es moco de pavo ya que atravesaba media ciudad, los dos caballeros cargan con el armatoste ante la mirada de los jóvenes que llegan de fiesta. Algunos se ofrecen a ayudar, aunque nosotros declinamos amablemente su proposición, y uno pregunta que si lo hemos robado (:o). Cuando llegamos sólo tuvimos que subirlo tres plantas arriba en una de las escaleras más estrechas en las que se ha subido un sofá. Podréis decir: menuda trola se ha inventado el menda, pero hay pruebas que atestiguan los hechos.
Llegué a casa con la lengua seca y los brazos insensibilizados. Ahora bien, antes de seguir os pongo en antecedentes. Todo Reino Unido está pendiente del caso Madeleine, pero mi barrio, Brynmill, tiene una segunda preocupación: el caso Alice. Alice es una gata que se perdió por aquí hará unas semanas, y sus dueños lo llenaron todo de carteles para recuperar a la mascota perdida. Cuando entrábamos en casa muertos de frío y con témpanos que nacían de nuestras narices, encontramos en mitad de la calle a una gata negra y blanca que ya habíamos visto días atrás. A mí los animales me dan bastante lo mismo (remitámonos del nuevo a la noche del perro), pero Raquel no pudo sino obligarme a llamar al animal para cogerlo. Lo llamé, lo cogió y lo metimos en casa a eso de las… 2 de la mañana. Ya era nuestro, pero no teníamos teléfono ni dirección. Dejamos al gato en la casa (con toda la conciencia del mundo de que había una alemana y un húngaro durmiendo a los que no les haría mucha gracia despertarse y encontrar al animal pululando por ahí) y volvimos a salir, yo reticente, ella tirando de mi brazo, para localizar el papel de socorro. Nos recorrimos varias calles de alrededor, pero no hubo suerte, así que cuando llegamos a casa se nos ocurrió… mirar al cuello, al collar! Y había un número!!! De modo que me tocó a mí llamar (no sé por qué todos piensan que es más apropiado que Jose sea el que hable), pero no respondió nadie (es como si en España te llaman a las 4-5 de la mañana). Le pusimos leche, pero si Raquel se la daba, no la quería; si era yo, el gato caprichoso bebía. Bebía y me seguía. Y pretendía colarse en mi dormitorio! Pero al final Raquel tomó la decisión de dejar al gato en su cuarto hasta la mañana siguiente y yo me desentendí.
A la mañana siguiente, nada más levantarme, lo primero que fui a comprobar fue si el gato estaba bien. Pero el gato no estaba… Raquel lo había dejado marchar a mitad de la noche. Por lo visto, el gato se puso nervioso y estaba yendo de acá para allá dando saltos, maullando, ronroneando, subiendo a la cama, rascando en la puerta y, y, y mirando el cristal que da a la calle. Raquel se despertó, abrió la puerta, dejó que el gato saliera, volvió a la cama y pensó: “Dios mío, ¿qué he hecho?” Lo cierto es que hoy la hemos estado atormentando durante todo el día con la historia del gato, pero esta vez tiene final feliz. Esta noche ha salido a la calle antes de acostarse por si estaba el gato, y estaba. He vuelto a llamar y se ha puesto una mujer. Me ha dicho que el gato vive en esta misma calle, que no se ha perdido sino que está suelto por los alrededores, y que podía dejarlo salir sin problemas. Lo hemos dejado libre. A los 5 minutos han llamado al timbre y era una chica con el pelo azul y la cara y el cuerpo cubiertos de tatuajes que se ha presentado como la dueña del gato. Nos ha dado las gracias por avisar, y aunque por ahí sigue habiendo una gatita Alice desaparecida, nosotros al menos conocemos a una de las vecinas.

Jo, qué noche.

domingo, 1 de septiembre de 2013

La calle es nuestra

Basta con viajar un poco para descubrir diferencias culturales. España es conocida en el mundo entero, y esto es nuevo, por el botellón. Sí, el hecho de que la gente quede en la calle para beber hasta reventar, para beber sin pagar la diferencia que se llevan los establecimientos, en grupos numerosos, decenas, cientos, miles de personas en la calle a pesar del frío, a pesar del calor. Tampoco es algo tan extraño. La gente también bebe en la calle en otras partes, en algunas regiones de Francia o Italia, también en Lisboa, el Bairro Alto de Lisboa lleno de gente por la noche.
            En otras partes, como en Reino Unido, si bien no está permitido eso de reunirse a beber en la calle, las consecuencias repercuten en la vía pública. Con esto de que los locales cierran tan temprano, la costumbre es beber sin ton ni son antes de que echen al personal a la calle, de modo que no es extraño salir a las doce o una y encontrarlo todo lleno de gente borrachísima. El escándalo es enorme; la decencia, mínima. La diversión, como no podía ser de otro modo, desatada.
            Pero la calle no sólo tiene por qué suponer alcohol y farra. La calle supone una fuente de anécdotas y souvenirs para cualquier estudiante que se precie. Y es que los estudiantes, último eslabón de la cadena económica, tienen que sobrevivir a fuerza de ingenio y sabérselas todas para conseguir una vida idónea. Recuerdo una noche, cuando volvíamos de fiesta, las tres o cuatro de la mañana, Swansea, Gales, un frío del carajo, frente a una casa, en la calle, un sillón de piel. El más avispado no tardó en enamorarse de él y tomamos la decisión de cargarlo en brazos hasta casa, y eso hicimos. Lo cargamos por la calle como si fuéramos en procesión, cantando, gritando y riendo. El sillón estuvo ahí todo el curso, pero es que además al poco encontramos un sofá que también nos llevamos.
            Por no hablar de carros de supermercado. Todo piso y casa de estudiantes que se precie ha de tener un carrito de supermercado de uno de esos días en los que el presupuesto está demasiado apretado como para viajar en taxi y la compra es ingente. De modo que nada, a arrastrar el carro por media ciudad, y al final aparcarlo en el jardín trasero o en medio del salón como una decoración de lo más original. Además, siempre se le puede encontrar utilidad. Los últimos días, por ejemplo, se puede meter ahí la comida restante, la ropa y cosas que no te vas a llevar a tu país, y hacer un tour de despedida por las casas de todos tus amigos: para hacer más llevadero el adiós, dejarles un kilo de arroz y una botella de vino o un canasto para la ropa sucia puede ser aliviante.
            Pero si la calle es importante para algo, es para conocer gente. Hay que saludar a los vecinos, invitarles a las fiestas en casa, preguntar qué tal el día... Si tienes suerte de vivir en un país donde el clima permita pasar mucho tiempo en la calle, cuentas con una oportunidad única para conocer a tropocientas personas. Grupos de jóvenes que pasan de madrugada con ganas de diversión, los misteriosos vecinos al otro lado de la calle, compatriotas a los que reconoces por la lengua, etcétera. Anímate a abordarlos, aprovecha ocasiones especiales como carnavales, Halloween, Fiesta de la Primavera, celebraciones con fuegos artificiales, celebraciones de calles y barrios... Si te involucras en la vida de tu barrio y ciudad, conseguirás lo excepcional: conocer nativos con quienes mejorar el idioma de forma espectacular y con quienes mantener la amistad cuando tengas que volver a casa. Así, siempre tendrás casa en tu ciudad Erasmus, aunque eso a estas alturas no lo dudamos, ¿cierto?
            ¿Cómo darle vida a la calle? ¿Cómo hacer la calle nuestra? Hay países donde la gente, de correcta, es sosísima. Decora un poco tu fachada, dibuja caras sonrientes en tu ventana, algo que la distinga del resto, pon musiquita sin molestar, pero que se note. La música da alegría. Si tocas algún instrumento, anímate a hacer un poco de música callejera, pero no te limites al centro de la ciudad con los otros buskers, sino a tu barrio. Toca frente a casa, llama a tus amigos erasmus e improvidad un conciertito que anime el cotarro. Todo esto, si se hace desde el respeto y teniendo en cuenta a los vecinos, puede ser un gran punto a vuestro favor. Quién sabe, puede hasta que ganes algún dinerillo si pones una gorra. Desde luego, conocerás gente. Haz una barbacoa con más gente y ofrece hamburguesas y perritos a los curiosos de la calle. Así, si en principio se sienten molestos, descubrirán que hay buena voluntad tras el gesto y transigirán. Os haréis amigos.

¡Viva la calle!