No sé si lo fue o no, pero una de
la más extrañas, sin duda; más extraña que la noche del perro en la escalera...
Como bien sabéis, ayer era la Porno-Party en Swansea dentro del marco de la
semana de los novatos que plantea la universidad. Quedamos un grupo de
españoles para comprar las entradas, ya que iba a ir todo el mundo, y después
hacer botellón en cualquier parte para ahorrarnos las consumiciones posteriores
en la discoteca. La cuestión es que bajamos donde la fiesta porno, fácilmente
identificable gracias a las tías en lencería fina colección Putón 2007 y a los
tíos en gayumbos y todo tipo de artimañas para parecer chulos pornostar. Las
entradas estaban agotadas. No me extrañó demasiado, pero sí que llevaran 2
horas agotadas. En cualquier caso, nosotros no nos amilanamos y tiramos pa una
plaza que hay en el centro de la ciudad con un castillo semiderruido y una
fuente en forma de pequeña catarata escalonada. Allí hicimos botellón y nos
juntamos cerca de 20 personas entre españoles y algunos erasmus italianos y
franceses.
En Swansea hace
mucho frío, pero que mucho frío. Nosotros, que con la duda de si nos dejarían
entrar en la porno party no nos abrigamos convenientemente, lo sufrimos en
nuestras propias carnes. Vale que se está genial hablando de guay con la gente
en la calle, pero según a qué temperaturas… así que al final decidimos ir a un
pub de cuyo nombre no quiero acordarme (mi mala memoria). El gorila era un tío
de Canarias que vende móviles en una tienda, aquí en Swansea, de modo que nos
conocía y, si tenía que poner alguna pega, no la puso y entramos todos. El
sitio estaba genial, con un montón de sillas y barras donde sentarte, mesas
apartadas de la zona de baile, y aparte contaba con otra sala donde ponían otra
música. Estaba todo lleno de gente medio disfrazada para una porno-party a la
que no habían podido asistir. La música… conociéndome, lo cierto es que bah,
siempre lo mismo. Total, que llegó la 1 y pico de la mañana, que aquí es
considerablemente tarde (cierran los locales a las 3), así que decidimos irnos
unos cuantos. Raquel (compañera de casa), Iñaki (otro Erasmus en Swansea) y yo
nos fuimos juntos. Ahora empieza lo bueno…
Pasamos por
muchas casas, pero resulta que una de ellas tenía en el jardín varios muebles,
entre ellos un sofá sin sus cojines. Iñaki se mete en el jardín y le da por
comprobar el estado del sofá. Parece que le gusta lo que ve. Le gusta tanto que
propone llevárselo a su piso para colocarlo en el dormitorio, y he aquí que yo
lo ayudo. Durante el trayecto, que no es moco de pavo ya que atravesaba media ciudad,
los dos caballeros cargan con el armatoste ante la mirada de los jóvenes que
llegan de fiesta. Algunos se ofrecen a ayudar, aunque nosotros declinamos
amablemente su proposición, y uno pregunta que si lo hemos robado (:o). Cuando
llegamos sólo tuvimos que subirlo tres plantas arriba en una de las escaleras
más estrechas en las que se ha subido un sofá. Podréis decir: menuda trola se
ha inventado el menda, pero hay pruebas que atestiguan los hechos.
Llegué a casa
con la lengua seca y los brazos insensibilizados. Ahora bien, antes de seguir
os pongo en antecedentes. Todo Reino Unido está pendiente del caso Madeleine,
pero mi barrio, Brynmill, tiene una segunda preocupación: el caso Alice. Alice
es una gata que se perdió por aquí hará unas semanas, y sus dueños lo llenaron
todo de carteles para recuperar a la mascota perdida. Cuando entrábamos en casa
muertos de frío y con témpanos que nacían de nuestras narices, encontramos en
mitad de la calle a una gata negra y blanca que ya habíamos visto días atrás. A
mí los animales me dan bastante lo mismo (remitámonos del nuevo a la noche del
perro), pero Raquel no pudo sino obligarme a llamar al animal para cogerlo. Lo
llamé, lo cogió y lo metimos en casa a eso de las… 2 de la mañana. Ya era
nuestro, pero no teníamos teléfono ni dirección. Dejamos al gato en la casa
(con toda la conciencia del mundo de que había una alemana y un húngaro
durmiendo a los que no les haría mucha gracia despertarse y encontrar al animal
pululando por ahí) y volvimos a salir, yo reticente, ella tirando de mi brazo,
para localizar el papel de socorro. Nos recorrimos varias calles de alrededor,
pero no hubo suerte, así que cuando llegamos a casa se nos ocurrió… mirar al
cuello, al collar! Y había un número!!! De modo que me tocó a mí llamar (no sé
por qué todos piensan que es más apropiado que Jose sea el que hable), pero no
respondió nadie (es como si en España te llaman a las 4-5 de la mañana). Le
pusimos leche, pero si Raquel se la daba, no la quería; si era yo, el gato
caprichoso bebía. Bebía y me seguía. Y pretendía colarse en mi dormitorio! Pero
al final Raquel tomó la decisión de dejar al gato en su cuarto hasta la mañana
siguiente y yo me desentendí.
A la mañana
siguiente, nada más levantarme, lo primero que fui a comprobar fue si el gato
estaba bien. Pero el gato no estaba… Raquel lo había dejado marchar a mitad de
la noche. Por lo visto, el gato se puso nervioso y estaba yendo de acá para
allá dando saltos, maullando, ronroneando, subiendo a la cama, rascando en la
puerta y, y, y mirando el cristal que da a la calle. Raquel se despertó, abrió
la puerta, dejó que el gato saliera, volvió a la cama y pensó: “Dios mío, ¿qué
he hecho?” Lo cierto es que hoy la hemos estado atormentando durante todo el
día con la historia del gato, pero esta vez tiene final feliz. Esta noche ha
salido a la calle antes de acostarse por si estaba el gato, y estaba. He vuelto
a llamar y se ha puesto una mujer. Me ha dicho que el gato vive en esta misma
calle, que no se ha perdido sino que está suelto por los alrededores, y que
podía dejarlo salir sin problemas. Lo hemos dejado libre. A los 5 minutos han
llamado al timbre y era una chica con el pelo azul y la cara y el cuerpo
cubiertos de tatuajes que se ha presentado como la dueña del gato. Nos ha dado
las gracias por avisar, y aunque por ahí sigue habiendo una gatita Alice
desaparecida, nosotros al menos conocemos a una de las vecinas.
Jo, qué noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario