Te aconsejo algo: nada más
llegar, compra un corcho para la pared si no lo tienes. Nada más llegar,
escribe un email a todos tus amigos, a todos tus conocidos, a la familia, con
tus primeras noticias y tu dirección. Diles que te gustaría saber de ellos, que
de vez en cuando les escribirás. Que te escriban postales y cartas, porque no
hay nada más bonito que despertar con el sonido del cartero colando las cartas
en el buzón (¡hoy hay correo!). Escribe cartas, muchas cartas y postales,
olvida los emails.
¿Qué tienen de especial las
cartas? Están escritas a mano, que podría parecer poca cosa, pero esa impronta
llega más hondo. Cuando llegan cartas y postales nace un juego. Reconocer la
letra en el sobre, ¿quién habrá sido?, abrirlo con cuidado para no romper el
interior, descifrar las palabras manuscritas, ¿qué pone aquí, amar o alzar?,
todo el ritual. Encerrarse en el dormitorio, abrir la carta y leerla en
privado. Compartir ese momento. Pensar que la última persona en ver, en tocar,
en leer ese papel y tinta ha sido quien la ha enviado. Pensar que compartís un
secreto. Entonces, recordar los momentos juntos, por qué sois amigos, por qué
os escribís. No se le escriben cartas a cualquiera.
Cada
postal que llegue, al corcho, a recopilar el mundo en tu habitación, a vivir
vidas de otra gente y llegar a lugares que de otro modo aún no conoces. Escucha
música mientras lees las cartas. A la hora de escribir, hay que tener cuidado.
Las cartas escritas a partir de las cuatro de la mañana desvelan demasiado,
porque la noche nos vuelve criaturas frágiles. También es la mejor hora para
escribir, porque si pensamos mucho las cosas, a veces no hablaríamos. Mejor
vomitarlo todo que estar callado.
Ten
un cajón para la correspondencia. Si lo necesitas, te enviarán cosas que echas
de menos: revistas, fotografías, sobres con Colacao... a mí me envió una amiga
varios sobres de colacao y aún, cuatro años después, guardo uno sin abrir.
Nunca lo abriré, estoy convencido. Pide a tus visitas lo que necesitas,
principalmente comida que no encuentras en tu país de acogida. Así te ahorras
los portes.
Pero
claro, para que una relación funcione, tienen que poner de su parte ambos
lados, de modo que trata de escribir postales, que son baratas y no necesitan
demasiadas líneas, y envíalas a todo el mundo que te importa. Entonces, te
llegará una avalancha de correo, un día una postal, otra al siguiente, cartas
con detalles, sorpresas, secretos...
No
olvides escribir a tus padres, aunque sea una vez, aunque ellos no escriban,
una carta o postal de agradecimiento, a pesar de que habléis a diario. Valorad
lo que tenéis, seguramente en casa os echarán más de menos que vosotros a
ellos, ya que vuestra estancia os volverá involuntariamente egoístas. Al estar
inmersos en una experiencia tan intensa, todo lo que sucede alrededor pierde el
cariz de importancia. Vosotros, en la distancia, ignorantes del mundo, sois
importantes.
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