Llegan
los exámenes. De pronto, todo se precipita. Saben que el tiempo
antes de los exámenes supondrá la diferencia entre un año
inolvidable y un año de mierda. Además, algunos amigos se irán de
vuelta a casa porque cuentan sólo con seis meses de beca, o menos.
La Erasmus debería ser obligatoriamente de un año, acuerdan todos.
Algunos intentan que les amplíen la estancia; algunos, como
Menelaos, el griego que se ha convertido en su mejor amigo en Oxford.
Koldo pierde muchas horas ante el correo de su coordinador donde le
anuncia que, debido a sus numerosas faltas de asistencia a clase y
seminarios, no puede presentarse a dos de sus cinco asignaturas. Cada
vez que relee el mensaje, le invade la angustia: un año perdido por
no saber decir no a una fiesta. Se maldice, se insulta, se culpa
constantemente. No tiene excusa, ya es un hombre de veintitrés años,
no un crío recién llegado a la universidad. A pesar de ello, se
prepara los exámenes. Va a la biblioteca con sus amigos, pasa en
vela varias noches, compra libros... Después de todo, la ciudad es
famosa por su universidad, y todo está lleno de librerías de todo
tipo y salas de estudio para todos los gustos.
Ahora es él el que ve a Dafne dormir y tiene que aguantar a base de
café y Redbulls con sus amigos Meneslao y Lorenzo de biblioteca en
biblioteca. Cuando se aburren de una, se van a otra luego a otra, y
así hasta que amanece. Desayunan, compran algo en el Sainsbury's
cerca de casa y se van a dormir. Despiertan a mediodía, cuando toda
Gran Bretaña ya ha almorzado, y aliñan una ensalada de bolsa o
abren un sandwich preparado o cuecen algo de pasta y engullen sin
ganas. Vuelven a coger los libros, los apuntes, van a la biblioteca
el poco tiempo de día que queda y retoman la rutina. Así, sin parar
durante las dos semanas anteriores a los exámenes.
Cuando
llegan las fechas reales de las pruebas, Koldo empieza a agobiarse.
Bromea todo el tiempo, le resta importancia a los exámenes, pero a
la hora de la verdad se preocupa. A lo largo de dos semanas tiene en
total cinco exámenes, de modo que no le preocupa que se le solapen
en el mismo día. Se presenta a Geografía, al práctico de
laboratorio y, por fin, a Microbiología. A pesar de que su
coordinador le ha dicho que no se puede presentar, se lo ha preparado
y decide hacerlo. Entra en el gimnasio donde han distribuido las
mesas con estudiantes de distintas titulaciones, asignaturas y
cursos, se coloca donde le indican y hace su examen. Duda con tiempos
gramaticales, con la escritura de ciertos términos y, por supuesto,
con las respuestas correctas, pero responde a todas las preguntas,
hace esquemas, dibujos... Puede que hasta saque una buena nota.
El
siguiente examen, Matemáticas, no le resulta tan asequible. Con
todo, no teme tanto por su inglés como por la complejidad de las
fórmulas y razonamientos numéricos. Por último, tiene el examen de
Energías Renovables y perspectivas de futuro, que es una optativa
que ha descuidado bastante al ser, en apariencia, la más sencilla.
Así, se supone que tampoco debería presentarse al examen, pero lo
hace sin demasiada dificultad. Se le escapan referentes y conceptos
en los enunciados porque no ha asistido a la mayoría de clases, pero
lo sortea con calma. Con algo de suerte, habrá aprobado las cinco
asignaturas. De momento, sólo le queda esperar, y a los dos días de
terminar el último examen le comunican que ha aprobado tanto
Geografía como el práctico. Al día siguiente, le dicen que también
ha aprobado casi de milagro Matemáticas, aunque el siguiente
cuatrimestre tendrá que ponerse las pilas para mantener el aprobado.
Los días
pasan sin tener noticia de las dos asignaturas a las cuales no
debería de haberse presentado. Mosqueado, resuelve ir a hablar con
los profesores responsables de las asignaturas y a ello dedica dos
días. El profesor de Micro le confiesa que está sorprendido con el
resultado del examen, que debería obtener un notable, pero que la
falta de asistencia le impide poder aprobarle. Acuerdan que Koldo se
apunte a uno de los grupos de trabajo de la asignatura en el segundo
cuatrimestre, y así le mantendrá la nota. Con Energías Renovables,
sin embargo, no corre tanta suerte. Tiene un 3 de 10, de modo que el
suspenso, sumado a su falta de asistencia, es inevitable. Koldo lo
asume, aunque se plantea presentarse a la convocatoria extra al final
del año académico para redimirse.
Cuatro
de cinco en otro país, en otro idioma, en otro mundo. No está mal,
se dice.
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