Se me acumulan las ideas y me queman
en los dedos, pero aun así no encuentro forma de ganarle la batalla al tiempo y
al aburrimiento, y como mente obcecada que soy, al final me obligo a escribir
ya que no me sale solo. Permitidme esta descompensación de ideas, sin forma
pero con fondo, que me comen la cabeza tiempo ha.
Quiero hablar
del crecimiento personal que conlleva esta experiencia. Hablar de la Erasmus
con las estúpidas y manidas concepciones que se tiene de ella es descalificar
algo grande, muy grande. Hay gente que ha llegado a este lugar sin querer salir
de casa, con miedo y sin la predisposición necesaria. ¿Para qué? ¿Para quitarte
alguna asignatura hueso? ¿Para dar a entender lo maduro que eres ante aquellos
que te ven como un crío acojonado por alejarse de casa? No sé dónde queda el
espíritu Erasmus ligado al de ciudadano del mundo con esa actitud...
Puedes no
aprender demasiado inglés, lo cual tampoco es desesperante porque la finalidad
del desplazamiento no es esa. El objetivo es más ambicioso que el simple
aprendizaje de una lengua: abarca la convivencia, la mezcla, la apertura de
mentalidad, la amistad... Aprendes muchas cosas más valiosas. A afrontar los
problemas en la distancia, a ver que la realidad es más real de lo que
pensábamos, a viajar, a dejar de lado las obligaciones para ser tú mismo el que
te imponga un cómo y un cuándo. Aprendes mucho, sí. Incluso de las
conversaciones de las que no eres partícipe y de las personas que te rodean.
Cuando
estuvimos en Londres, un hombre nos reconoció como españoles. Él era judío, no
recuerdo bien de dónde, sólo una frase que nos dijo: "Vosotros sois la
primera generación que respira, y eso es precioso". Respiramos. Respiramos
e intentamos perdernos en cada átomo de la capital inglesa. Yo encontré la
magia de la ciudad viendo el Big Ben por la noche y llamándolo descaradamente
Tower of London. Probablemente llevaba toda la razón del mundo al reconocernos
como parte de esos privilegiados que vinimos después de los tiempos negros de
la dictadura. Hay cosas que no te planteas hasta que se te presentan en forma
de señor judío que habla español entre una muchedumbre de Londres. Curioso.
El día de
vuelta a Swansea encontramos algo bastante distinto: la entrada al Metro más
próxima estaba cerrada porque se había producido algún tipo de ataque (¿un
apuñalamiento tal vez?), y pudimos ver la sangre que manchaba todo.
Se aprende de todo.
De cada momento.
De cada persona.
Y lo mejor de todo esto sin duda
es ser consciente de dicho aprendizaje. Hay más claves, cientos de ellas, pero
las dejaré para otro día.
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