Quedan dos semanas para la
primera tanda de exámenes. Con la resaca navideña aún presente, deciden hacer
un viaje en coche por todo el sur de Inglaterra, tal vez visitar Gales,
Bristol, Bath... en definitiva, aprovechar tres o cuatro días para dejar atrás
el monstruo de los exámenes. Koldo se apunta sin dudarlo, pero Dafne no puede;
ella trabaja. Con todo, no hay problema. En total son trece y van en tres
coches alquilados. Cada hora y media o dos horas hacen una parada en el destino
más interesante que encuentran en el camino, entran en la oficina de turismo,
comen, hacen turismo, fotos, actualizan sus estados de Facebook y reemprenden
el camino.
Cuando
se quieren dar cuenta, están en Bristol, donde deciden pasar la primera noche.
Salen hasta que los echan de los bares con música en directo, y luego
improvisan un pequeño botellón antes de llegar al albergue. Apenas duermen,
tardan en despertar y desayunan una hamburguesa antes de salir hacia
Stonehenge. En el lugar mágico, se sienten estafados pero se dicen que es una
vez en la vida. Siguen al siguiente lugar donde pasarán la noche, su primera
parada galesa. Koldo empieza a pensar en italiano porque Agnese, la italiana
del pelo rizado, no deja de hablar, y hace tiempo que ha perdido el chip inglés
sin que nadie se lo dijera. Al parecer, cada vez que sube a un coche en marcha
su cerebro responde activando su italiano; es una reacción curiosa, y ella lo
achaca a que de niña se recorría a menudo media Europa en el camión de su
padre.
La
intención es llegar a Cardiff, capital de Gales, donde ver un partido de rugby
-ya tienen las entradas, han sido previsores-, donde está una amiga de Lorenzo
también de Erasmus. Lo hacen tal cual, visitan la bahía de Cardiff, toman unas
pintas, comen unos platos de la zona, ven el partido en medio del hastío de la
afición, y quedan con Paola al salir, junto al Millennium Stadium. Cómo no, esa
noche hay fiesta erasmus en una casa, vienen amigos de pueblos y ciudades
alrededor, valdrá la pena. Koldo se ve arrastrado a la fiesta, y cuando quiere
darse cuenta se encuentra en un sillón con una botella de cerveza en la mano y
una japonesa borracha a su lado. Hay mil rostros desconocidos, mil cuerpos
sinuosos, diez mil voces que corean "Wonderwall" de Oasis. Paola se
arrodilla junto a él, lo coge de la mano y le pregunta si le apetece comer
algo.
-Ok,
cheers!
Sortean
el maremoto humano hasta llegar a la cocina.
-I want to introduce you to a
Spanish friend. She is visiting me this week.
-Yeah,
sure! It may be fun, but I have a girlfriend.
-Don't
worry, she's not jealous but is very very beautiful.
Efectivamente,
es muy muy beautiful. A Koldo nada más verla le golpea en el estómago y está a
punto de marearse. Joder. Ahí. Elisa. Elisa su ex, ahí.
-Hola
-dice ella con una sonrisa. -Qué sorpresa, Koldo.
Él
mantiene la compostura, le besa la mejilla y le sonríe. Desde luego, qué cosas.
Qué casualidad coincidir ese fin de semana. Qué tal todo. Que qué tal todo,
jeje. Ay, no sabía que estabas de Erasmus, qué pena que te vas mañana... No
deja de pensar en Dafne. Qué pensaría si supiera que está en otra habitación,
en una habitación sin escapatoria con su ex. Tanta Europa para eso, el puto
pañuelo europeo. ¿Eso era lo que querían? Pues lo están consiguiendo de puta
pena.
Cuando
pase el tiempo, Koldo apenas recordará el viaje, la compañía, las ciudades.
Desde luego, lo que mejor recordará será esa noche, la noche en que coincidió
con su ex en una casa de Cardiff, la noche en que dudó. Recordará con nostalgia
la noche en que, a pesar del deseo, no sucedió nada.